¡Sí, los adultos mayores también necesitan vida sexual!

Una vida sexual activa y plena es parte de la salud mental de las personas adultas mayores por lo que no debemos dejarnos llevar por estigmas sociales de que en esta etapa se cancela la sexualidad. 

Por: Mosaico Medios

 

El placer es un derecho humano pero en educación sexual todavía hay mucho por hacer para promover la salud sexual y el bienestar, sobre todo en la tercera edad. En el caso de los adultos mayores existen estigmas sociales en que los vemos asexuados, como si ya no sintieran o no tuvieran necesidades sexuales, como una etapa en la que se cancela la opción de la sexualidad. 

Una vida sexual activa y plena es parte de la salud mental del adulto mayor, si tienen los cuidados físicos necesarios y cuidan el amor con la pareja, esto hará maravillas para su vida sexual. Incluso aunque no se tenga una pareja estable pueden continuar con su vida sexual.  Lamentablemente hay hombres que basan su sexualidad solamente en la erección, pero no se necesita un coito consumado para tener una sexualidad activa. Nuestro organismo está preparado para recibir diferentes estímulos sexuales: a través del sueño, del pensamiento, del tacto, no solamente se concentra en nuestros genitales. La sexualidad del adulto mayor se va midiendo por cómo va sintiendo y existen muchas otras opciones que no son necesariamente un coito consumado como: besos, caricias, lengua, palabras, tacto, entre otras. Así que, para que una relación erótica funcione, debe de haber buena comunicación. 

Otros estigmas contra los que debemos luchar son las diferencias de género en el deseo sexual (las ganas de). Culturalmente, las mujeres no reconocen el deseo sin amor y vinculan el sexo con el amor, se “entregan por amor” y eso conlleva una serie de capas que no les permiten identificar lo normal que es el deseo. Otro aspecto que obstaculiza es la idea de que el hombre debe conducir a la mujer, debe hacerla llegar al orgasmo entonces la mujer espera ser llevada y no tiene la iniciativa pues fue criada para esperar a que la guiaran. En el aspecto sexual esto tiene muchas implicaciones desde los primeros encuentros sexuales, en los que el hombre también llega con inseguridad y temor a no tener una erección. Por parte del hombre, se generan estigmas en cuestiones como que la masculinidad se encuentra en el tamaño del pene, en el nivel de la erección que tiene y en la cantidad de experiencia y mujeres con quienes se ha acostado. Todo esto, al llegar a la tercera edad, provoca que se dificulte la vida sexual aún más. 

En el caso específico de las mujeres adultas mayores, están aún más rezagadas que los hombres en cuestión de sexualidad, pues los derechos sexuales en la tercera edad se convierten en la última prioridad en la lista de necesidades, sobre todo cuando no reciben una pensión, cuestión que las vuelve dependientes económicamente. Además para las mujeres existe gran presión social que termina en un autoconvencimiento relacionado con la cancelación de la vida sexual debido a que ya se ha suspendido la función de la reproducción, caso que no sucede con los hombres. También se dan los factores externos abusivos que cancelan su vida sexual, como la prohibición de los hijos hacia tener novio o nueva pareja: “no puede entrar otro a la casa de mi padre” o “ya no estás en edad de tener una relación”.

Así, es importante identificar cuando estamos teniendo estigmas o actitudes que limitan la libertad sexual de nuestros ancianos para erradicarlas poco a poco y permitirles una vida plena y un bienestar integral.