De acuerdo a cada tipo de violencia recibida y dependiendo de cada persona serán distintas las consecuencias, sin embargo es un hecho que cualquier tipo de violencia dejará marcas y tendrá consecuencias en la vida adulta. Todos somos responsables de evitar que la violencia siga en aumento.
Por: Mosaico Medios
De acuerdo a cada tipo de violencia recibida y dependiendo de cada persona serán distintas las consecuencias. Todos tenemos un nivel de resiliencia y todo puede ser una oportunidad de crecimiento pero debe resolverse, ya que todo tipo de violencia dejará marcas.
En los niños(as) el maltrato se deriva en trastornos de conducta y del sueño, hacerse pipí o popó, no socializar adecuadamente, volverse oposicionista, tener problemas de aprendizaje, problemas de bullying -dentro de ambos roles como agresor y/o víctima-, incluso son más proclives de sufrir abuso sexual ya que el agresor es amable y cariñoso con ellos a diferencia de su entorno.
Durante la adolescencia las consecuencias abarcan el consumo de sustancias, intentos de suicido, autolesiones, desarrollo de trastornos de personalidad, inestabilidad social y dificultad para relacionarse, además de quedarse con la creencia de que pueden lastimar a quien estiman o de que la violencia es una forma de resolver los problemas.
En la vida adulta hay mayor riesgo de tener trastornos de depresión y ansiedad, conductas violentas y consumo excesivo de sustancias nocivas. Durante cualquier etapa puede aparecer además el trastorno por estrés postraumático.
Para los niños, los miembros de su familia son su todo y fungen como espejos, si es de ellos de quienes viene el maltrato emocional, al niño(a) le será más difícil recomponer esas ideas que se formó de sí mismo a partir de ello. Con los actos y actitudes se enseña más que con las palabras aunque por lo general le damos más atención a las palabras para educar. Los pequeños aprenden formas de relacionarse con lo que ven de los padres, por lo que con un entorno violento desarrollarán tipos de apego inseguros, evitativos o ansiosos que se irán replicando en todas sus relaciones posteriores (amigos o pareja), o al revés, se meterán en conductas de mucho riesgo permitiendo que otros los lastimen de manera sistemática creyendo que esto es lo normal. Un ejemplo de estas consecuencias es cuando confunden la amabilidad con el amor.
Cualquier adulto que vea signos de violencia o maltrato en un niño debe levantar la voz o estará siendo cómplice. Todos somos responsables de evitar que la violencia siga en aumento. En los casos moderados a graves existe una afectación psicológica por lo que se debe de buscar una atención especializada psicológica o psiquiátrica.