Cuando no se comprenden las enfermedades se crean estigmas, como éstos tienen una carga negativa generan prejuicios y emociones de rechazo. Las enfermedades mentales tienen una larga historia de estigma, el cual se puede romper a través del conocimiento.
Por: Mosaico Medios
Los estigmas son constructos sociales cuyo antecedente son los estereotipos: formas sencillas de poder simbolizar y aprender, consisten en reducir la complejidad del otro para poder comprenderlo. Aunque los estereotipos pueden ser buenos o malos, llegan a derivar en estigmas porque se atribuyen a aspectos negativos que condensan las características que resaltan en una persona o un colectivo, es decir, son atributos sociales que de alguna manera los identifican pero generan prejuicios y emociones de rechazo.
El estigma hacia las enfermedades mentales genera problemas de entendimiento y muchas veces se les asocia con cuestiones emocionales o de estado de ánimo más que a una enfermedad. A lo largo de la historia, los estigmas asociados a enfermedades mentales han ocurrido debido a la falta de comprensión, por ejemplo cuando en el pasado no se comprendían los trastornos mentales y se les asociaba con brujería o posesión demoníaca. De hecho el término ‘estigma’ surge en el cristianismo relacionado a los que tienen las señales de los elegidos que sufren: los ‘estigmatizados’.
Cuando no se comprenden las enfermedades, se vuelven estigmas. Estos constructos sociales llegan a pesar más que la propia enfermedad, es decir, alguien que tiene un trastorno o una enfermedad es sinónimo de que está estigmatizado. Un estigma social es por ejemplo cuando alguien tiene un estado de enojo y luego se calma se le dice que es bipolar, como una forma estereotipada de decirle inestable, problemático e incontrolable. De esta manera el estigma se vuelve más fuerte que el diagnóstico.