Una parte del desarrollo normal de un adolescente es empezar a cuestionar las normas sociales y los límites, pero hay que estar muy atentos cuando este cuestionamiento empieza a ser disfuncional pues se puede tratar de un trastorno y debe ser atendido a tiempo para evitar complicaciones mayores.
Por: Mosaico Medios
Una parte del desarrollo normal de un adolescente es empezar a cuestionar las normas sociales, cuestionar los límites que ponen los padres y tomar decisiones que no corresponden con lo que los padres ofrecen. Pero hay que estar muy atentos al punto en que este cuestionamiento empieza a ser problemático y disfuncional como: tener conductas de riesgo, juntarse con grupos que lo pueden vincular con conductas delictivas o consumo de sustancias, por mencionar algunas.
Cuando las emociones o conductas generan disfunción en la juventud se puede tratar de un trastorno, por lo que se deben revisar y diagnosticar. Dichas condiciones se dan en diferentes grados y a distintos niveles: a nivel escolar, familiar, social y personal (en éste último nivel es posible que la persona esté funcionando social y familiarmente pero se encuentre desesperanzado, no le ve sentido a su vida, etc.).
El grupo familiar es el punto de referencia primario para la autoestima de un adolescente, pues a partir de la familia se forma la autoestima desde la infancia. Si todo el tiempo se siente criticado(a) o minimizado(a), que no es suficiente, o recibe comentarios lascivos constantemente por pequeños que sean, se va volviendo vulnerable y todas estas actitudes van formando una baja autoestima.
El nivel escolar tiene que ver con el desarrollo de las capacidades cognitivas como pueden ser: el no alcanzar el nivel de conocimiento que nos exige el colegio, o algunas consecuencias del trastorno por déficit de atención como la inactividad o inatención. Los trastornos anímicos también pueden influir sobre el desarrollo en la escuela, por ejemplo, si está siendo víctima de bullying su desempeño también se verá afectado.
El déficit de atención es una de las patologías que inicia tempranamente, desde los 6 años se puede identificar cuando tiene rezago escolar. A partir de éste se gestan una serie de comorbilidades como generar rechazo por parte de los pares y maestros si es muy inquieto, lo que mermará su autoestima al pasar a la adolescencia en caso de que no haya una confianza bien establecida y una buena relación con los padres. Además, iniciará con otras conductas que se van agregando al cuadro de comorbilidades como conductas antisociales, el consumo de sustancias y la búsqueda de aprobación en otros círculos sociales como sucede con las pandillas. A raíz de todo esto, empezará a haber ausentismo escolar, tendrá más problemas académicos y presentará rebeldía ante las figuras de autoridad, lo cual se desarrolla primero con los papás y luego con los maestros.
Como padres de familia hay que estar muy atentos y escuchar los reportes de los docentes que empiezan a dar referencias de conductas para así poder pedir ayuda a tiempo de un especialista como un psiquiatra o psicólogo. El apoyo de un profesional se hace indispensable para distinguir el trastorno y poderle brindar lo que necesita, pues es posible que tenga TDAH (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad) o TDA sin hiperactividad, quienes pueden no ser muy inquietos ni moverse demasiado por lo que son casos que son diagnosticados más tardíamente, pues puede ser menos visible el trastorno. Para ambos casos existe tratamiento psiquiátrico y psicológico que se dirige a que ellos aprendan a autorregularse, a tener rutinas y horarios fijos ya que son niños(as) que necesitan contención y requieren aprender a terminar las cosas y hacerlas completas.