Vínculo y autoestima: las claves para criar hijos sanos mentalmente

El vínculo lo forman los padres desde que nace su hijo(a), empezando por la madre, y la autoestima se fomenta durante toda la infancia desde muy pequeños. Ambos son puntos claves que como padres debemos procurar para criar personas sanas mental y emocionalmente. Te explicamos cómo lograrlo.

Por: Mosaico Medios

 

La autoestima es resultado de la comunicación e interacción de los integrantes de la familia y de comunicación con uno mismo, es decir, hacia adentro. Si hay un alto nivel de crítica dentro de la familia, si se culpabiliza a los hijos constantemente, si hay descalificaciones frecuentes (“todo lo que haces esta mal” o “no sirve”, “le falta”, “podrías hacerlo de otra manera”) y todo esto se vuelve un patrón repetitivo, contribuye a que los niños(as) tengan una baja autoestima e incluso que luego presenten esquizofrenia, anorexia o bipolaridad, por mencionar algunos, aunado a la predisposición genética. 

El primer vínculo de un bebé es con su mamá, si después de dos meses o tres ya se queda con la nana o se va a la guardería, tendrá repercusiones pues el bebé tiene un proceso natural de separación o individualización que empieza hasta los seis y siete meses de edad, a los dos años forma su confianza básica (brindada por su mamá) y a los tres años ya se puede separar de su mamá sin tener síntomas de ansiedad, en este proceso normal estaremos generando seguridad y confianza en el niño(a) para que se pueda enfrentar a las demandas del exterior en un futuro. Un bebé se comunica a través del llanto, la mamá sabe qué es lo que tiene: si es hambre, cólico o está mojado y el bebé se tranquiliza al ver a su mamá, pero si la mamá está deprimida o tiene otros quehaceres en vez de atender al niño(a) se frustrará y no tendrá vínculo. 

Entre los ocho y nueve meses de edad los niños se pueden deprimir por ausencia de la mamá, por falta de arruyo y contacto materno, el niño(a) puede vivir como una especie de abandono también cuando su madre no lo mira. Por otro lado, es durante el primer año de vida cuando se generan los cuadros de ansiedad por el proceso de separación con la madre. 

Actualmente llevamos un estilo de crianza muy laxa y compleja en donde hacemos a los niños competitivos pero no competentes, les exigimos mucho pero la competencia se entiende como aplastar al otro, no en el sentido de ser funcional, por lo que los pequeños desarrollan una inseguridad con la que se les deshace la confianza ante cualquier adversidad.

Los niños y adolescentes deben tener obligaciones y contribuir con las labores del hogar, pues teniendo deberes es como ensayan lo que después aplicarán en la sociedad de adultos, si no tienen obligaciones se vuelven personas demandantes, con adicciones o involucrados en delincuencia. En estos casos, el chico(a) solamente es signo de que el sistema-familia está enfermo, no nada más él o ella, por lo que el tratamiento requiere de la intervención de los padres y de toda la familia dentro de un proceso que requiere de tiempo y apoyo.