La ansiedad es una emoción normal cuando hay un estímulo externo que lo provoca, pues es una reacción natural en respuesta a algo que está en el ambiente. Se convierte en trastorno cuando lo que la motiva no está en el ambiente, sino dentro de nosotros y nos empieza a limitar el funcionamiento normal. Aprende a detectar cuándo ya se trata de un trastorno.
Por: Mosaico Medios
La ansiedad es una reacción natural, es una emoción universal adaptativa que sirve para ponernos alerta. La podemos sentir cuando nos sentimos amenazados o por una situación futura incierta, sin embargo no nos impide llevar a cabo nuestras labores. Cuando ya se convierte en trastorno es cuando nos empieza a limitar el funcionamiento en diversos ámbitos de nuestra vida como: miedo a salir, dificultad para expresar emociones, sentir presión o miedo exagerados, tener pensamientos constantes tendientes a lo negativo y todo esto limita la eficiencia de la vida personal, laboral y/o social. La frustración y el miedo pueden ser disparadores de ansiedad y pueden acompañarla también, sin embargo no son sinónimos.
En la infancia hay ciertos elementos frecuentes que provocan ansiedad de manera natural. De los 0 a 5 años puede existir ansiedad ante la presencia de un desconocido, miedo de separación, con ciertos estímulos como la oscuridad o los truenos en una tormenta. De los 6 a los 12 años puede haber ansiedad ante situaciones percibidas como misteriosas, miedo al daño corporal, hacia la aceptación de nuestros padres, con respecto al rendimiento escolar o a la relación con los compañeros de clase. Un niño que recién entra al colegio es normal que tenga miedo pues sale de su ambiente de confort para entrar al ámbito escolar, pero esto le permite un desarrollo (por lo que se trata de una ansiedad normal) y como padres no lo ayudaremos si lo llevamos a evitar el dolor o a no enfrentar estas situaciones de crecimiento. Sin embargo, la conducta familiar puede influir y generar mayor ansiedad en los niños, transmitiendoles nuestro propio temor como padres, por ejemplo.
Los síntomas del trastorno de ansiedad son muy variados y se expresa en dos partes: la cognitiva y la física. Los cambios habituales en la conducta son indicadores generales de la presencia de un trastorno.
Las condiciones físicas en las que se puede manifestar son: hipertensión arterial, mareos, dolores de cabeza, erupciones en la piel, cuadros de gastritis o colitis, entre otras. Se expresa de forma física debido a que cuando el nivel de ansiedad se incrementa el cuerpo responde generando un síntoma para desviar la atención de la situación que genera estrés para poder bajar el nivel de ansiedad, a esto se le llama “ganancia primaria”, sin embargo a veces esto ya no le permite a la persona continuar, que es cuando se trata de un trastorno. Es común que una persona con alguno de estos síntomas realice un recorrido con una serie de médicos de distintas especialidades como un neurólogo, un cardiólogo, un otorrino u otros, buscando atender esos síntomas pero se mantienen. Así se enteran finalmente que su malestar corresponde al terreno de la salud mental.
En la parte cognitiva se presentan problemas de concentración, problemas para dormir, pérdida de interés por ciertas actividades, preocupaciones excesivas, pensamientos catastróficos, llevar el trabajo a la casa y no poderlo dejar, fatiga, disminución del apetito y todo esto lleva a un desgaste crónico y al desarrollo de otros trastornos.
Dentro de este trastorno sí hay factores hereditarios que deben ser tomados en cuenta pero su presencia es multifactorial: además de la predisposición genética hay cosas aprendidas, sociales, económicas, académicas, personales y más.
La ansiedad también puede ser producida por otros padecimientos como algunas enfermedades incapacitantes o crónicas debido a las limitaciones que provocan, o padecimientos con dolor, cáncer, reumatismo, etc. Se tiene que hacer un diagnóstico diferencial en estos casos, como sucede con el hipertiroidismo en el que hay que distinguir sus síntomas de aquellos de la ansiedad ya que puede ser confundido fácilmente, al igual que el hipotiroidismo con la depresión. Por otro lado, el tratamiento de un padecimiento puede provocar ansiedad y también algunos medicamentos. La ansiedad crónica acompaña a muchos otros trastornos de salud, provoca que se eleve la presión sanguínea y somete al corazón a un sobreesfuerzo.